sábado, 3 de agosto de 2013

Decadencia

Una vez, en un tiempo extraño y maravilloso que nunca podrá ser fechado, existieron hombres.

Hoy, maravilla aun más grande, sólo existen ciudadanos.

Ahora bien, el ciudadano se cree superior al hombre ya que es más o menos todo sin ser exactamente nada.

Es un sueño, un pensamiento difuso, evanescente, un concepto que se vuelve aún más eficaz y potente cuanto más difícil es de alcanzar, y cuanto más se introduce por todas partes sin ser detenido.

El ciudadano no tiene sexo, acepta su "lado femenino" como su último (y raro) resto de virilidad.

El ciudadano no tiene identidad, tiene una tarjeta que lleva su nombre.

El ciudadano no tiene deberes, tiene derechos. Estos derechos son “adquiridos" por lo tanto indiscutibles, incluso si se han vuelto poco realistas e injustos

El ciudadano no tiene valores, tiene "ideas" que defiende con pasión sobre todo cuando son compartidas por un número significativo de iguales y validadas por los iconos mediáticos que vigilan atentamente su existencia.

El ciudadano es “tolerante”, esto significa que acepta todo por miedo a tener que pelearse a favor o en contra de algo.

El ciudadano no tiene fe, sino una “conciencia social" que le permite justificar moralmente las debilidades y los vicios de su personalidad.

Drogado, perezoso, infiel y cobarde, el ciudadano se proclama por lo tanto como “libertario”, “anti-capitalista”, “liberado sexualmente”, y “abierto”.

El ciudadano no rechaza las normas, los placeres y los símbolos del consumismo liberal, rechaza sencillamente con vigor los esfuerzos requeridos para poder acceder a ellos.

Vivir como un burgués y hablar al mismo tiempo como un marxista revolucionario es el sueño absoluto del ciudadano.

Un tiempo feliz el de los ciudadanos… Tiempo de indiferencias, de simpáticas contradicciones, de “resistencia” mayoritaria, de originalidad conformista, del vicio virtuoso, del coraje sin peligros y del anacronismo (el “ciudadano antifascista” es el ejemplo arquetípico y emocionante del “héroe de la temporalidad escalonada”…).

                                      Veritas Vincit

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